El Monasterio de la Encarnación, núcleo original del convento, fue la casa solariega del Arcediano de Medellín, Gabriel Pizarro (1573). El Santo Oficio de la Inquisición había estado interesado en instalar el tribunal en este lugar, pero los hermanos Pedro y Martín de la Mota (1579) compraron la casa para convertirla en cenobio de monjas de la Orden de Santo Domingo (1585).
El Convento de la Encarnación, de las monjas Dominicas se extiende a ambas partes de la calle Talavera y la calle Encarnación, unidas por un pasadizo volado. En los últimos tiempos su fachada ha sido restaurada, incluyendo el escudo de los Zúñiga.
Desde hace unos años, el Convento ha enfocado su labor principal en la elaboración artesanal de dulces como una forma de sostenerse económicamente. Este cambio ha sido parte de una estrategia para adaptarse a las necesidades modernas sin perder la esencia y la tradición centenaria que nos define. Cada dulce que sale de nuestro convento está impregnado de un cuidado y un gusto excepcionales, reflejando el amor y la dedicación con los que son preparados.
Utilizando recetas transmitidas de generación en generación y seleccionando meticulosamente los ingredientes más frescos y de calidad, cada dulce es una obra maestra que representa nuestra historia y nuestra pasión por la repostería. Con cada bocado, nuestros clientes pueden saborear la autenticidad y el legado de nuestra comunidad, apoyando así nuestra misión y permitiéndonos continuar nuestra labor religiosa y comunitaria.